Eric Idle, una sexta parte del colectivo de humoristas más iconoclasta desde los Hermanos Marx, acaba de publicar sus casi-memorias (así las define en la portada, «Sortabiography», neologismo muy en la línea de los Monty Python que podríamos traducir como «casi-memorias» o «una especie de memorias»). Comunicadores excelsos, además de inimitables cómicos, como ha puesto de manifiesto Idle en la entrevista emitida esta semana en el Late Show de Stephen Colbert. «He simulado sinceridad, que es lo más difícil de hacer en el mundo del espectáculo«, confiesa a la hora de definir el que previsiblemente se convertirá en uno de los best-sellers de la temporada.
En siete minutos de entrevista, Colbert extrae de los recuerdos de Idle (un apellido que irónicamente significa «holgazán»): cómo conoció a John Cleese (interpretando uno de los guiones de éste, en el papel de un hombre del tiempo en la época de Moisés), los momentos más surrealistas derivados de su fama mundial (una fiesta con el elenco de «El Imperio Contraataca« y los Rolling Stones regada con licor de higo tunecino de alta graduación alcohólica), la peculiar manera de aparcar de Mick Jagger en Montecarlo, o, por supuesto, la gestación de que constituye su creación más reconocible, y que ha dado título a su libro: «Always look on the bright side of life«, toda una declaración de principios que cierra «La vida de Brian«.
Eric Idle relata la anécdota de los náufragos del destructor «Sheffield», hundido por la aviación argentina en la Guerra de las Malvinas, que entonaron sin descanso la canción durante las tres horas que pasaron en las frías aguas del Atlántico Sur antes de ser rescatados. Y explica que hoy día se ha convertido en la melodía más utilizada en los funerales ingleses (seguro que lo sabe por la recaudación de los derechos de autor). Rememorando, probablemente, el sepelio del único miembro de los Python fallecido, Graham Chapman, al que Cleese y el resto de sus compañeros dedicaron esta divertidísima y emocionante ceremonia de despedida:
De manera que sí: aunque estés siendo crucificado por orden de un prefecto romano incapaz de pronunciar la «r» al mando de una tropa de cretinos; y aunque tus ineptos colegas revolucionarios sean incapaces de organizar una operación de rescate en condiciones, tú mira siempre el lado brillante de la vida… y mira siempre también el lado brillante de la muerte.
Amén.