La paja en el ojo de los partidos políticos, la viga en el de los medios de comunicación

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La paja en el ojo de los partidos políticos, la viga en el de los medios de comunicación

La Asociación para la Investigación de los Medios de Comunicación (AIMC) ha hecho públicos recientemente los datos del EGM (Estudio General de Medios). Para los no iniciados, la biblia de las audiencias, y una fuente constante de quebraderos de cabeza para los responsables de periódicos, revistas, radio, televisiones… Especialmente a raíz del surgimiento de Internet, de la generalización del gratis total, del apogeo del corta y pega y del boom de las redes sociales.

Los datos del EGM son en principio solo accesible para sus asociados, que son quienes financian una prospección sociológica ciertamente compleja… y cara. Estos asociados son, en su mayoría, los propios medios de comunicación, por razones fácilmente comprensibles (controlar la evolución de sus audiencias, y en su caso traducir los éxitos en incrementos de sus tarifas publicitarias). Y todos están muy atentos a los resultados, que se les comunican con periodicidad cuatrimestral.

La cuestión es que, aparte de los medios de comunicación, puede haber –y de hecho hay- otros colectivos que pueden tener –y de hecho tienen- poderosas razones para acceder a esos mismos datos.

Las grandes agencias de publicidad y, por supuesto, los anunciantes más poderosos no tienen ningún problema: simplemente pueden entrar a formar parte de la AIMC como asociados. Más complicado lo tienen los pequeños anunciantes, que deberán fiarse de lo que sus asesores les confíen en esta materia.

Ahora bien, ¿qué ocurre con las personas individuales que consumen información? Porque no cabe duda de que, si lectores, oyentes y televidentes supieran como de bien -o de mal- le va a un determinado medio en términos de audiencia, dispondrían de un poderoso elemento de juicio a la hora de evaluar la calidad y fiabilidad de las noticias procedente de dicho medio.

Desgraciadamente, en este caso cabe aplicar aquello de “Houston, tenemos un problema”: lectores, oyentes y televidentes solo saben de los vaivenes de las audiencias por lo que les cuentan los propios medios. Es como si la información sobre los resultados de las elecciones solamente estuviera disponible a través de los propios partidos políticos. Un ejemplo de lo cual, aunque imperfecto, son las propias veladas electorales, en las que las distintas formaciones ofrecen sus particulares interpretaciones de la voluntad popular a medida que se van conociendo los resultados.

Curiosamente, los medios no se cortan un pero a la hora de criticar ese discurso generalizado de los políticos que apunta a que todos y cada uno de ellos han ganado y ninguno ha perdido, algo que se repite una y otra vez… aunque sea epistemológicamente imposible.

¿Sería mucho pedir que los medios de comunicación se aplicasen el cuento? Porque da la casualidad de que, cuando en los meses de abril, junio y diciembre se difunden las tres olas del EGM, no hay periódico ni emisora de radio –las televisiones y revistas suelen ser más comedidos en este sentido- que no se atribuya un triunfo inapelable sobre la competencia.

De este modo, el sufrido oyente puede encontrarse cada cuatrimestre con una suerte de Día de la Marmota en la que algunas emisoras recuerdan que son las más seguidas, que todos y cada uno de sus programas son los más escuchados, que siempre lo han sido, y que han superado sus propios récords (logrados justamente en la anterior ola del EGM), por todo lo cual se ven en la obligación de agradecer su confianza a la audiencia y felicitarle por su buen gusto.

El único problema es que, si todos estos fantásticos informes que desde hace décadas informan de continuos incrementos en la audiencia de determinados programas hubiesen sido ciertos, a estas alturas la población española debería cuadruplicar su actual censo para dar cabida a tanto entusiasta.

Por su parte, al paciente lector de prensa escrita se le regalan sesudos análisis estadísticos, profusamente ilustrados con gráficos y cuadros de datos, que inducen a una conclusión no muy alejada del casposo y autolaudatorio último parte de guerra de Franco.

Naturalmente, todo ello es perfectamente compatible con una crisis galopante de la prensa escrita, con expedientes de regulación de empleo y despidos masivos en los mismos medios que acaban de triunfar estadísticamente en el Estudio General de Medios. O con tentadoras ofertas para recortar pacientemente cupones que darán derecho a obtener una olla exprés o un juego de sartenes a un precio sin competencia.

El resumen “en abierto” de los principales datos del último EGM se puede descargar en este enlace.