La cuestión de género llega al scotch

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La cuestión de género llega al scotch

Aunque los auténticos amantes de la bebida más conocida que Escocia ha dado al mundo consideren el blended una especie de whisky peleón, muy alejado de la excelsa calidad del malta, no cabe duda de que la marca y el logotipo de Johnny Walker, con más de un siglo de historia, han marcado época. The Striding Man (expresión de difícil traducción, pues hace referencia tanto a la amplia zancada como a la personalidad decidida y desenvuelta del personaje) es un icono inmediatamente reconocible incluso por los más recalcitrantes abstemios.

Con estos antecedentes, constituye toda una revolución -al menos en términos de Marketing- convertir a este protipo del dandy británico de la época georgiana en una mujer, ataviada con sus icónicas prendas y complementos: chistera, elegante levita, corbata, pantalones bombachos, botas de montar y bastón. Pero eso es lo que han hecho, y con no poco éxito en términos de comunicación. Jane Walker está ocupando muchos espacios informativos, y va a convulsionar sin duda las redes sociales a escala global (en las escasas horas que dura la convulsión en la era del trending topic).

De manera que cabe preguntarse si detrás de esta brillante operación de etiquetar una parte de la producción «solo para mujeres» hay más de conciencia de género o de astuta treta propagandística para relanzar la marca. Porque si de algo puede presumir el caminante es de haber evolucionado con los tiempos, como puede comprobarse en esta curiosa recopilación de sus promos a lo largo del tiempo, que se inicia en 1908.

La feminización del personaje plantea interesantes debates, empezando por el más obvio: la discusión en torno a si el dandy es un arquetipo 100% masculino, inspirado en la figura clásica de Beau Brummel, o si las mujeres pueden aspirar al dudoso honor de formar parte de este club. En inglés existe el término «quaintrelle«, un neologismo que hace referencia a lo singular y evocador de una figura que muchos identifican con la icónica, gélida, inaccesible y personalísima Marlene Dietrich, y en su peculiar talante tanto en la pantalla como en la vida real.

Una segunda controversia: ¿dispondremos en breve -o deberíamos disponer- de una Michelina que anuncie neumáticos para mujeres? ¿Y de una Mrs. Propper que sigue sonando mejor que Doña Limpia, al igual que el inglés le cae mejor a su alopécico equivalente masculino? Si bien en este caso me temo que no hay muchos hombres que hayan sido testigos directos de sus inigualables propiedades en la limieza del hogar. Y siguiendo con la vorágine igualitaria, ¿Deberíamos exigir una payasa de McDonald’s? ¿Una vaca de Osborne? Ahora que lo pienso, TODOS los conguitos de mi infancia eran aparentemente tíos…

Por seguir con el lenguaje publicitario, la prueba del agodón para la sin lugar a dudas brillante iniciativa Jane Walker va a ser, como siempre, el tiempo. Habrá que esperar al distópico 2019 de Blade Runner para comprobar si el agua de vida que se envasa en la emblemática botella cuadrada se anuncia a partir de un arquetio masculino, femenino, paritario, asexuado, bisexual o hermafrodita. O, quién sabe si, para evitar polémicas, se optará por un andriode. Cosa que ya hizo la marca de Kilmarnock en 2010.

Bien pensado, la pregunta puede ser también si en 2019 será legal anunciar whisky, o si estará incluso permitido que las marcas exhiban impúdicamente sus provocativos colores, su incitante tipografía, sus tentadores logotipos… Volviendo al clásico de Ridley Scott, los guionistas no se percataron en 1982 de nuestro macrobiótico presente, porque el protagonista no se corta un pelo a la hora de darle al frasco.