Cuando las noticias sobre el mundo en el que vivimos resultan demasiado angustiosas o deprimentes, parece llegada la hora de inventarse uno nuevo. Los mitos, la literatura o el cine nos han proporcionado numerosos ejemplos, que van de la utopía -que toma su nombre de una sociedad ideal imaginada por Tomás Moro– a la distopía -su reverso-, pasando por la parodia o el absurdo.
John Rentoul, periodista del diario inglés Independent, elaboró hace unos años su particular top-ten, que a petición popular tuvo que ampliar hasta una lista de los 50 países imaginarios imprescindibles. En esa relación figuraban desde el mítico continente de la Atlántida hasta el país de Nuncajamás, escenario de las disputas entre Peter Pan y el Capitán Garfio; pasando por aquella Freedonia que disparatadamente gobernó Groucho Marx en «Sopa de Ganso«, la isla de Avalon en la que reposan los inexistentes restos del Rey Arturo, El Dorado afanosamente buscado por los conquistadores españoles por creerlo real, el onírico País de las Maravillas de Alicia, o la república bananera de San Marcos, en la que Woody Allen parodió a Fidel Castro.
En todos los casos, se trataba de imaginar un único país en el que proyectar miedos, deseos, anhelos, críticas o advertencias con vocación profética. Recalco: un solo país. Pero, desde el año 2009, Wikia -la empresa de alojamiento de páginas web presidida por el padre de la Wikipedia Jimmy Wales-, a través de su plataforma Fandom, acoge una iniciativa que ha rizado el rizo. Se trata de la Alianza de Naciones Independientes (AIN por sus siglas en inglés), integrada por 30 estados miembros o asociados… completamente imaginarios. Que han dado lugar a un mapamundi original, aunque reconocible:
De esta manera, hoy podemos agradecer a Mr. Wales, además de su visionaria iniciativa de la enciclopedia colaborativa, la posibilidad de consultar un considerable volumen de información acerca de exóticas naciones como Arcacia, Linktoria, Lycanthia -que comparte nombre con un grupo australiano de Metal Rock-, o Tongolia.
El Reino Federal de la Columbia Inferior, por ejemplo, se ha hecho inopinadamente con buena parte de la homónima provincia canadiense y de su vecina Alberta, además de los estados norteamericanos de Washington, Oregón e Idaho. Y en el Golfo de Vizcaya (de Gascuña para los franceses) no se pueden pescar anchoas, ya que está enteramente ocupado por tierra firme: la República Unida de Llithustania, presidida por Katherina Yutrovich. El Himno Nacional de la República Socialista de Matinenda -una isla en el mar Tirreno, emergida a medio camino entre Sicilia y Cerdeña– puede escucharse en Youtube. La inquietante República Imperial de Tirnreich obtuvo su independencia en 2009, tras unificar Alemania, Austria, Polonia, Chequia y Eslovaquia. La República de Arcacia se sitúa en pleno mar del Coral, frente a la costa Este de Australia, mientras que, a pesar de sus 70 millones de habitantes, Shushtrepistaz es un archipiélago difícil de localizar (si bien la co-oficialidad del inglés y el japonés en sus dominios debería darnos una pista). Ascadylea se presenta, como ocurre con tantas entradas de la Wikipedia, a falta de contribuciones suficientes como para que podamos acceder a información muy detallada, pero sabemos al menos que su divisa nacional reza «Con Dios, todo es posible«, y que el título de su himno es poco original («O, Ascadylea«). Es curioso comprobar que el gaélico irlandés es co-oficial en la República Coronada de Calaré, el pequeño reino independizado de Australia tras la sangrienta guerra civil de 1996-2001. Y que existe un prestigioso festival anual de la canción denominado AINvision, cuya última edición se celebró en la ciudad de Wolfskreut (Mikenstein) y llevó Nueva Duveland, tras la correspondiente votación en directo.
En este fascinante mapamundi imaginario hay también sitio para Syldavia, el primer país en lograr enviar seres humanos a la luna en la década de los años 50 del siglo pasado (como bien sabe cualquier tintinólogo). Extrañamente, el reino que Hergé situó en los Cárpatos, y que obviamente era fruto de su imaginación, aparece ahora ubicado en el extremo sur-oriental de la costa rusa, lindante con China, Corea del Norte y el Mar del Japón. Pero el precedente de su hazaña espacial permanece.
En cualquier caso, para consolidarse en este ambiente posverdadero en el que nos han instalado las preferencias del público lector de noticias, solo una cosa le falta a la AIN: colarse algún día entre las noticias convencionales. Que alguno de sus líderes virtuales (Constantin Batygin, el Generalísimo Leandro Lima, Otto Schöne, la reina Sharaunque I…), o sus imaginarios recursos naturales, o algún pormenor de su ficticia trayectoria histórica o de las amenazas geoestratégicas que plantean países carentes de geografía, aparezcan un día citados por algún sesudo analista. Rumores de que Trump planea otro muro en Islas Verdes para cortar el flujo de inmigración ilegal, por ejemplo, o de que Putin está desestabilizando la República de Amuria para que vuelva a los brazos de la Madre Rusia.
No serías de extrañar. Existen precedentes. El más llamativo, a mi juicio, es ya todo un clásico, y data de 2006: la extraordinaria historia de Ivan Istochnikov, el cosmonauta desaparecido. Qué tiempos aquellos en los que solamente Iker Jiménez se metía en estos jardines…
P.D.: conviene aclarar que en la Red existe un cierto confusionismo acerca de los países miembros de la AIN, no existe un consenso definitivo sobre las naciones con derecho a formar parte de la Alianza (lo cual no deberá extrañar a quien esté acostumbrado a lidiar con la ONU, por ejemplo).