Spoiler Alert: Esto no un post ¡es un TEXTO! (3.000 palabras, cinco folios de los de toda la vida).
Michael Moore es probablemente el más famoso documentalista vivo (y acaso el único documentalista famoso). Sus métodos y técnicas cinematográficas son a veces cuestionables, aunque su «Bowling for Columbine« siga siendo, creo yo, una muy seria -a la vez que divertida, y también trágica- reflexión sobre el problema de la violencia en los EE UU.
Sin que puedan ser considerados casoss equiparables, comparte con Donald Trump -aunque a menor escala- ciertas dosis de demagogia, de populismo, y un ego obviamente desbordado. Pero da la impresión de ser un tipo extremadamente inteligente, y algunas de sus reflexiones merecen al menos ser consideradas.
En su web http://michaelmoore.com mantiene un blog bajo el título «Las Cartas de Mike» en el que, a mediados de julio pasado, incluyó el artículo que se reproduce a continuación. Frente a los tópicos y simplificaciones con los que se suele explicar el triunfo del magnate neoyorquino, el orondo director expone razones de diferente naturaleza y, sobre todo, profetiza un resultado que, en el momento de escribir estas líneas -julio del año en curso- prácticamente nadie consideraba posible.
Con disculpas anticipadas por las posibles inexacitudes -la traducción es mía-, creo que merece la pena acceder al texto completo, y aquí está:
Cinco razones por las que Trump ganará
Amigos
Siento ser el portador de las malas noticias, pero os las anuncié el verano pasado cuando os dije que Donald Trump sería el candidato a presidente nominado por los republicanos. Y ahora tengo que daros aún peores y más deprimentes noticias: Donald J. Trump va a ganar en noviembre. Este despreciable, ignorante, peligroso payaso a media jornada y sociópata a jornada completa va a ser nuestro próximo presidente. El Presidente Trump. Adelante, pronunciad las palabras, porque las vais a repetir a lo largo de los próximos cuatro años. “PRESIDENTE TRUMP”.
Jamás en mi vida he deseado tanto estar equivocado como en este momento.
Veo lo que estáis haciendo ahora mismo: estáis negando con la cabeza compulsivamente, “No, Mike, eso no va a ocurrir”. Desgraciadamente, vivís en una burbuja junto a una cámara insonorizada en donde vosotros y vuestros amigos permanecéis convencidos que el pueblo norteamericano no va a elegir a un imbécil como presidente. Alternáis entre sentiros horrorizados ante él o reíros de él a causa de su último comentario demente o su postura vergonzosamente narcisista sobre cualquier cuestión, porque todo gira en torno a él. Y entonces escucháis a Hillary y visualizáis a nuestra primera mujer presidente, alguien a quien el mundo respeta, alguien muy inteligente que se preocupa por los niños, que dará continuidad al legado de Obama porque ¡Eso es claramente lo que el pueblo americano quiere! ¡Sí! ¿Cuatro años más de lo mismo!
Tenéis que salir de esa burbuja ya. Debéis de dejar de vivir en la negación y afrontar la verdad que en el fondo sabéis que es muy, muy real. Intentar tranquilizaros con los hechos (“El 77% del electorado son mujeres, gente de color, menores de 35 años, y Trump no tiene mayoría entre ninguno de ellos”) o con la lógica (“la gente no va a votar a un bufón o en contra de sus propios intereses”) es la forma que tiene vuestra mente de protegeros frente al trauma. Como cuando oís un ruido muy fuerte en la calle y pensáis “Vaya, un neumático que ha reventado” o “¡Vaya! ¿quién andará jugando con petardos?” porque no queréis pensar que acabáis de oír cómo a alguien le han disparado con una pistola. Es el mismo mecanismo por el cual las primeras noticias y testimonios acerca del 11-S decían que “una avioneta se ha estrellado accidentalmente contra el World Trade Center”. Queremos –necesitamos– esperar lo mejor porque, francamente, es suficiente con el hecho de que la vida sea un espectáculo de mierda y ya es suficientemente duro tener que luchar para salir adelante entre nómina y nómina. No somos capaces de gestionar muchas más malas noticias. De manera que nuestra condición mental tiende a la negación cuando algo espantoso está realmente ocurriendo. Las primeras personas arrolladas por el camión en Niza dedicaron sus últimos instantes sobre la tierra avisando al conductor, de quien pensaron que simplemente había perdido el control, tratando de decirle que se había saltado el bordillo de la acera. “¡Cuidado! –gritaban- ¿Hay gente en la acera!”.
Pues bien, amigos, esto no es un accidente. Está ocurriendo. Y si creéis que Hillary Clinton va a ganar a Trump con hechos e inteligencia y lógica, entonces está claro que no os habéis enterado a lo largo del último año de 56 elecciones primarias y caucuses en las que 16 candidatos republicanos intentaron eso mismo además de cualquier posible acusación contra Trump, sin que NADA pudiera detener a esta fuerza irrefrenable que aplasta cuanto encuentra en su camino. Hasta el día de hoy, y tal como están las cosas, creo que esto es lo que va a ocurrir, y para poder afrontarlo, lo primero que hace falta es que lo reconozcáis, y a partir de ahí es posible –tan solo es posible- que podamos encontrar una salida al desastre en el que estamos inmersos.
No me malinterpretéis. Tengo una gran esperanza en el país en el que vivo. Las cosas van mejor. La izquierda ha ganado todas las guerras de la cultura. Gays y lesbianas pueden casarse. Una mayoría de americanos adoptan hoy en día la opción más progresista en prácticamente todas las cuestiones sobre las que se les pregunta: salario igual para las mujeres, de acuerdo; el aborto debería ser legalizado, de acuerdo; legislación medioambiental más estricta, de acuerdo; mayor control de las armas, de acuerdo; legalización de la marihuana, de acuerdo… Se ha producido un cambio enorme, y si no preguntadle al socialista que ganó este año en 22 estados. Y no tengo la más mínima duda de que, si la gente pudiera votar en el sillón de su casa a través de su video-consola, Hillary ganaría por goleada.
Pero no es así como funcionan las cosas en los EE UU. La gente tiene que salir de su casa y hacer cola. Y si vive en barrios pobres, de mayoría negra o hispana, no solamente tienen que hacer una cola mas larga, sino que todo está concebido literalmente para impedirles votar. De manera que en muchas votaciones es complicado que acuda a votar apenas un 50% del electorado. Y ahí reside el problema de cara a noviembre: quién logrará que se presenten a votar a los más inspirados y motivados de sus votantes. Ya sabéis la respuesta a esta pregunta. ¿Qué candidato tiene los partidarios más furibundos? ¿Qué seguidores alocados se van a levantar a las 5 de la mañana el día de la elección, pateando traseros a lo largo de toda la jornada, hasta que el último colegio electoral haya cerrado, y asegurándose de que absolutamente todo pichichi haya depositado su voto? Efectivamente. Ese es el grado de peligro al que nos enfrentamos. Y no os engañéis: ni una campaña de convincentes anuncios en la tele por parte de Hillary, ni ganarle en los debates, ni que los libertarios logren arrebatarle a Trump algunos votos van a poder contra su magia.
Estas son las cinco razones por las que Trump va a ganar.
- Las matemáticas del Medio Oeste, o “Bienvenidos al Brexit del Rust Belt“ (nota: “cinturón de óxido”, la zona del noreste de los EE UU en declive industrial). Creo que Trump va a centrar buena parte de su atención en los cuatro estados habitualmente demócratas en la zona de los Grandes Lagos: Michigan, Ohio, Pennsylvania y Wisconsin. Cuatro estados tradicionalmente demócratas, aunque todos ellos han elegido un gobernador republicano desde 2010 (únicamente Pennsylvania acaba de elegir a un demócrata). En las primarias de Michigan de marzo, se puso de manifiesto que hubo más votos para los republicanos (1,32 millones) que para los demócratas (1,19 millones). Trump aventaja a Hillary en las últimas encuestas en Pennsylvania y aparece empatado con ella en Ohio. ¿Empatado? ¿Cómo puede haber tanta igualdad después de todo lo que Trump ha dicho y hecho? Bueno, quizás es porque ha dicho (con toda razón) que el apoyo de los Clinton al NAFTA (nota: el Tratado de Libre Comercio de América del Norte) contribuyó a destrozar a los estados industriales norteños del Medio Oeste. Trump va a machacar a Clinton con este argumento y con su apoyo al TPP (nota: el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica) y otras políticas de comercio que han dado por el culo espléndidamente a la gente de estos cuatro estados. Cuando Trump se presentó a la sombra de una fábrica de la Ford Motor durante las primarias de Michigan, amenazó a la empresa advirtiéndole de que si efectivamente llevada a cabo sus planes de cerrarla y trasladarla a México, su respuesta sería una bofetada en forma de tasa del 35% para cualquier automóvil construido en México y exportado de vuelta a los EE UU. Fue música muy, muy dulce para los oídos de la clase trabajadora de Michigan, y cuando extendió su amenaza a Apple, señalando que le obligaría a dejar de fabricar sus iPhones en China y a hacerlos aquí en América… bueno, los corazones cayeron rendidos y Trump se marchó con una gran victoria que tenía que haber sido para el gobernador de la puerta de al lado, John Kasich (nota: gobernador republicano de Ohio desde 2011).
Desde Green Bay (Wisconsin) a Pittsburgh (Pensilvania), esto, amigos míos, es el centro de Inglaterra: rota, deprimida, luchadora, las viejas chimeneas industriales desparramadas a lo largo de la campiña con el esqueleto de lo que solíamos llamar la Clase Media. Gente trabajadora (y no trabajadora) enojada y amargada, a quienes se mintió con la “teoría del chorreo” de Reagan (nota: concepción neoliberal que sostiene que, si los ricos son cada vez más ricos, su excedente revertirá finalmente a la sociedad en forma de inversiones y empleo) y a quienes dejaron tirados demócratas que siguen intentando hacer un buen discurso de cara a la galería pero que realmente lo que quieren es cascársela a un ejecutivo de Goldman Sachs que les firmará un hermoso cheque con muchos ceros antes de abandonar la habitación. Lo que ocurrió en el Reino Unido con el Brexit va a ocurrir aquí. Elmer Gantry (nota: el personaje que interpreta Burt Lancaster en “El fuego y la palabra”, un predicador oportunista e inmoral) asoma con la apariencia de Boris Johnson y dice simplemente cualquier mierda que pueda inventarse para convencer a las masas de que Esta es Su Oportunidad. La de clavársela a TODOS ELLOS, todos los que destrozaron su Sueño Americano. ¡Y ahora el outsider, Donald Trump, llega para limpiar la casa! ¡Ni siquiera tienes que estar de acuerdo con él! ¡Ni siquiera tiene que gustarte! ¡Él es tu cóctel molotov, para arrojarlo justo en medio de esos bastardos que te han hecho esto! ¡ENVÍA UN MENSAJE! ¿TRUMP ES TU MENSAJERO!
Y aquí es donde todo encaja. En 2012, Mitt Romney perdió por 64 votos electorales. Suma los votos electorales de Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. Son 64. Todo lo que tiene que hacer Trump para ganar es mantener los estados tradicionalmente republicanos –los que jamás votarían por Hillary Clinton-, de modo que únicamente necesita a estos cuatro estados del Rust Belt. No necesita Florida. No necesita Colorado o Virginia. Solamente Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. Eso le colocará en la cumbre. Y así sucederá en noviembre. (nota: Trump venció por escaso margen en tres de estos cuatro estados, y arrasó en Ohio) - El último bastión del Hombre Blanco Enojado. El periodo de 240 años de dominación masculina de los EE UU está a punto de acabar. ¡Una mujer está a punto de tomar el poder! ¡¿Cómo ha podido ocurrir esto?! Precisamente cuando nosotros estábamos al cargo. Hubo señales de advertencia, pero las ignoramos. Nixon, traidor al género, imponiéndonos el Título IX, la norma que dictó que las niñas en los colegios debían tener iguales oportunidades de practicar deportes. Posteriormente les permitieron pilotar aviones comerciales. Antes de que nos diésemos cuenta, Beyoncé irrumpió en la cancha durante la Super Bowl (¡nuestro deporte!) con un ejército de mujeres negras, puños en alto, declarando que nuestro dominio se daba por concluido! ¡Oh, la Humanidad!
Esto es apenas un vistazo en la mente del Hombre Blanco Amenazado. Hay una sensación de que el poder se le ha escurrido entre las manos, que su manera de hacer las cosas ha dejado de ser cómo se hacen las cosas. Este monstruo, el “Feminazi”, un ser que, como dice Trump, “sangra por los ojos o por donde quiera que sangre”, nos ha conquistado, y ahora, después de ocho años aguantando que un negro nos diga lo que tenemos que hacer, se supone que debemos sentarnos y soportar que una mujer nos dé las órdenes? ¡Después vendrán ocho años con los gays en la Casa Blanca! ¡Y luego los transgénero! Ya puedes ver a dónde conduce esto. Para entonces se les habrán reconocido Derechos Humanos a los animales , y un puto hámster podrá gobernar el país. ¡Esto hay que pararlo! - El problema de Hillary. ¿Podemos ser honestos, hablando entre nosotros? Y, antes de hacerlo, permitidme dejar claro que en realidad me gusta Hillary –me gusta mucho-, y creo tiene una mala reputación que no merece. Pero su voto a favor de la guerra de Irak me hizo prometer que jamás volvería a votar por ella. Hasta la fecha no he roto esa promesa. Con tal de impedir que un proto-fascista se convierta en nuestro comandante en jefe voy a romper esa promesa. Es triste, pero creo que Clinton encontrará la forma de involucrarnos en algún tipo de acción militar. Es un halcón, más derechista que Obama. Pero el dedo sicótico de Trump estará sobre El Botón, eso es así. Punto y aparte.
Afrontémoslo: aquí el mayor problema no es Trump, es Hillary. Es muy impopular, casi un 70% de todos los votantes cree que no es digna de confianza y que es deshonesta. Representa la viaja política, la que no cree en nada excepto en aquello que te permite ser elegido. Por eso en un momento determinado se opone a que los gays puedan casarse, y a continuación aparece oficiando una boda gay. Las mujeres jóvenes se cuentan entre sus mayores detractores, lo cual debe ser doloroso, teniendo en cuenta las batallas y sacrificios que Hillary y otras mujeres de su generación padecieron para que las jóvenes generaciones nunca tuvieran que aguantar a las Barbara Bush de este mundo que simplemente deberían cerrar el pico y dedicarse a hacer galletas. Pero a las chicas no les gusta, y no pasa un día sin que una millennial me diga que no le van a votar. Ningún votante demócrata, y desde luego ninguno independiente, se va a levantar el 8 de noviembre entusiasmado para salir corriendo a votar a Hillary como lo hicieron el día que Obama se convirtió en presidente, o cuando Bernie (nota: Bernie Sanders, rival de Clinton para la nominación Demócrata) era candidato en las primarias. Simplemente, el entusiasmo no existe. Y, debido a que esta elección se reducirá a una cuestión –quién va a sacar de casa a más gente para ir a votar-, Trump ocupa ahora mismo en una posición privilegiada. - El voto deprimido a Sanders. Dejad de preocuparos porque los seguidores de Bernie no vayan a votar a Clinton, ¡vamos a votar a Clinton! Las encuestas ya muestran que más seguidores de Sanders votarán por Hillary este año que el número de votantes de Hillary en las primarias de 2008 que votaron por Obama. Este no es el problema. La primera alarma que debería saltar es la de que el típico partidario de Bernie acudirá ese día a la urna para votar por Hillary más o menos a regañadientes, será lo que se conoce como el “voto deprimido”, lo que significa que ese votante no arrastra a otros cinco a votar por ella. No trabaja voluntariamente 10 horas al mes hasta el día de la elección. Nunca habla con entusiasmo cuando se le pregunta por qué va a votar a Hillary. Un votante deprimido. Porque, cuando eres joven, tienes un nivel de tolerancia cero para los farsantes y las gilipolleces. Volver a la era Bush/Clinton es para ellos como que de repente hubiera que pagar por la música, o usar MySpace (nota: red social en declive), o llevar a todas partes uno de esos enormes teléfonos móviles. No van a votar a Trump; algunos votarán a una tercera opción, pero muchos sencillamente se quedarán en casa. Hillary Clinton deberá hacer algo para darles una razón para apoyarle, y escoger a un señor blanco, entrado en años, moderado, insulso y mediocre como su socio en la candidatura no es el tipo de decisión atrevida que traslade a los millennials el mensaje de que su voto es importante para Hillary. Dos mujeres en la candidatura: esa era una idea fascinante. Pero a Hillary le entró el miedo, y decidió apostar por lo seguro. Esto es solo un ejemplo de cómo está impidiendo el voto de los jóvenes.
- El Efecto Jesse Ventura. Para terminar, no hay que despreciar la capacidad del electorado para ser travieso, o subestimar el hecho de que algún que otro millón de votantes les encanta jugar a anarquistas clandestinos una vez que corren la cortina y se encuentran solos en la cabina de votación. Es uno de los pocos lugares que quedan en nuestra sociedad donde no hay cámaras de seguridad, ni micrófonos, ni esposas o niños, ni jefes, ni polis, ni siquiera hay un jodido límite de tiempo. Puedes permaneces allí todo el tiempo que necesites, sin que nadie pueda obligarte a nada. Puedes pulsar el botón y votar por los candidatos de un partido convencional, o puedes escribir los nombres del ratón Mickey y el pato Donald. No hay reglas. Precisamente por eso, y por la rabia que mucha gente siente frente a un sistema político que no funciona, millones votarán por Trump no porque estén de acuerdo con él, no porque les guste su fanatismo o su ego, sino simplemente porque pueden. Simplemente porque pondrá todo patas arriba y enojará a Papá y a Mamá. Y, de la misma manera en que, cuando estás al borde del abismo en las cataratas del Niágara y tu mente se pregunta por un instante que se sentiría al caer, hay un montón de gente a la que le encantará verse en la posición de quien maneja la marioneta y dar un golpetazo a favor de Trump simplemente para qué pasa. Recordad, allá en los años 90, cuando la gente de Minnesota eligió a un profesional de la lucha libre como gobernador? No lo hicieron porque fueran estúpidos o porque pensasen que Jesse Ventura fuese una especie de estadista o intelectual de la política. Lo hicieron simplemente porque pudieron. Minnesota es uno de los estados más inteligentes del país. Además, está lleno de gente dotada de un sombrío sentido del humor, y votar por Ventura fue su peculiar versión de una magnífica inocentada en torno a un sistema político repugnante. Esto va a volver a ocurrir con Trump.
De vuelta a mi hotel tras intervenir esta semana en un programa especial de Bill Maher en la HBO sobre la convención republicana, un hombre me paró por la calle: “Mike –me dijo-, debemos votar por Trump. TENEMOS que dar un giro radical”. Esa era la cuestión. Era suficiente para él. “Dar un giro radical”. El Presidente Trump desde luego que lo hará, y a una buena porción del electorado le gustaría sentarse en la grada para ver ese reality show.
Atentamente,
Michael Moore
P.D.: abundando en estas razones, el propio Moore se explica en este video: