«The Young Pope«, la inclasificable serie de HBO creada y dirigida por Paolo Sorrentino, es una más que recomendable experiencia televisiva, en la que uno nunca acaba de estar seguro si está contemplando una obra maestra, un (fallido) intento de soliviantar al Vaticano, un elaborado y preciosista trabajo de imaginería sin mucho contenido, una bomba de profundidad colocada en los mismos cimientos de la civilización occidental, una despiadada sátira de tintes fellinianos, un largometraje imposible de cortar y convertido en serie de TV, una boutade, una metáfora de los desconcertados tiempos que vivimos…
De hecho, su protagonista principal es una contradicción viviente embutida en los ropajes (¡y qué ropajes!) del Sumo Pontífice: alguien que disciplina sus abdominales pero que fuma de manera compulsiva; que venera a sus mentores, a los que despedaza emocionalmente; que disfruta seduciendo a las mujeres para a continuación dejarlas con la miel en los labios; que manifiesta su odio a los homosexuales pero no tiene problemas en convertirlos en su mano derecha; que amenaza al más puro estilo Corleone al Primer Ministro de Italia, pero se muestra amable y complaciente con la Primera Ministra de Groenlandia; que recupera la silla gestatoria en pleno siglo XXI, al tiempo que disfruta paseando anónimamente en chándal por las calles de Roma… De manera que no acaba de estar muy claro si nos encontramos ante una caricatura de la tendencia más cavernaria del catolicismo ultramontano o ante el símbolo de la esperanza en un futuro de armonía, compasión y tolerancia. Un tipo tan chocante como ese gigantesco canguro que deambula por los magníficos jardines de la residencia papal (y que -¡SPOILER ALERT!– acabará misteriosamente asesinado).
En resumidas cuentas: el Vaticano convertido en un sindiós (valga la expresión). Y en este peculiar maremágnum, es interesante apreciar la presencia de Sofía, la atractiva jefa de prensa del Vaticano, interpretada por Cécile De France. Un curioso papel, puesto que el santo y seña del pontificado del ficticio Pío XIII es precisamente el blackout informativo absoluto, la negativa no ya a responder a la prensa, sino incluso a comparecer en público (salvo en penumbra u oculto tras una tela). Una especie de antítesis del Papa mediático, cuyo máximo exponente fue Juan Pablo II, y cuya efigie es derribada por un meteorito en la fantástica escena de los créditos iniciales que precede a cada capítulo.
Lo que sería una auténtica pesadilla para el responsable de comunicación de un Pío XIII real (un Papa colérico y desabrido, desconcertante, que amenaza a sus cardenales tanto como a sus fieles, que se enfrenta a pecho descubierto y sin la menor diplomacia a los políticos, se niega a hacer declaraciones y a ser fotografiado, desprecia las críticas en la prensa de todo el mundo, nombra su portavoz a una monja, etc.) se convierte en el caso de esta atractiva y nada recatada profesional de la comunicación en una suerte de divertido juego del gato y el ratón.
Más que preocuparse por las insistentes demandas de sus compañeros de profesión, Sofía parece sobre todo intrigada por la personalidad de este Papa rompecorazones que fuma rubio americano con más estilo que el vaquero de Marlboro, y que en alguno de sus tête à tête le cede sin problemas el sillón papal… que ella acepta gustosa (como se aprecia en la fotografía de cabecera).
En resumidas cuentas, una mujer que encuentra excitante lo que cualquiera en su posición juzgaría como el peor de los escenarios posibles. Sin inmutarse y sin organizar un «Gabinete de Crisis». Lo cierto es que solo de pensar en el encargo de elaborar un Plan de Comunicación para este Pío XIII encarnado por Jude Law le entran a uno sudores fríos.
Dicho en otras palabras: una pésima jefa de prensa, pero un sugerente personaje (como casi todos los que Sorrentino se saca de la manga en esta deslumbrante serie). La atractiva (y desconcertante) jefa de prensa del atractivo (y desconcertante) Pío XIII.
