En el marco de la nueva y desconcertante moda de elegir «la palabra del año», el diccionario Oxford ha optado por elevar a los altares mediáticos el inquietante término «Post-truth» (Posverdad). En plena vorágine en torno al Brexit y a las elecciones presidenciales norteamericanas, el segundo semestre del año registró un espectacular incremento en el uso de este neologismo por parte de los comentaristas políticos, que se refleja en este gráfico:
Ya en septiembre, la influyente revista «The Economist» había dedicado su portada a este concepto, bajo el título «El Arte de la mentira – La política de la posverdad en la era de las redes sociales«. En periodismo, se identificaría como aquella situación en la que apelar a los sentimientos y a las creencias personales tiene más crédito que describir hechos objetivos (y la verdad es que esto no parece nuevo en absoluto); en el ámbito político, cuando «algo que aparenta ser verdad es más importante que la propia verdad». Es decir: uno puede seguir repitiendo un argumento falso aún cuando los medios de comunicación, expertos de referencia o la propia realidad objetiva hayan demostrado su falsedad. Nada nuevo bajo el sol, pues, si recordamos que hay quien cree que la llegada a la Luna fue un montaje, o la pujanza del creacionismo entre una porción significativa de la población de la primera potencia científico-tecnológica mundial.
En el periódico digital La Marea, Antonio Maestre dedicó un reportaje de fin de año a recopilar algunas noticias falsas difundidas por algunos de los medios de comunicación españoles más importantes:
Noticias falsas en los medios de comunicación españoles en 2016
Aunque quizás convendría diferenciar entre una noticia falsa no rectificada y una falsedad reiterada machaconamente después de que se haya demostrado que no se corresponde con la verdad. Aquí está la definición del diccionario Oxford de la «palabra del año»:
La paradoja es que, en un mundo cada vez más hiper-conectado e hiper-comunicado, la calidad de la información transmitida no parece que sea una exigencia. Y, en los tiempos en los que el consumerismo nos ha hecho conscientes de la necesidad de conocer de qué manera y con qué materias primas se elaboran los productos que adquirimos, la preocupación acerca del origen y la fiabilidad de las noticias no está ciertamente entre las preocupaciones principales de la ciudadanía.