Gabinete de Crisis: ¿cómo lo hizo Acme?

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  • ©Rob Loukotka / Fringe Focus Art & Posters

Gabinete de Crisis: ¿cómo lo hizo Acme?

En el microcosmos de la comunicación corporativa, el Gabinete de Crisis viene a ser una especie de preludio del Armagedón, una de esas situaciones en las que el responsable de dar la cara frente a los periodistas preferiría cambiar de rostro, de piel y hasta de planeta. Desastres medioambientales, intoxicaciones masivas, fraudes financieros, escándalos políticos, imputaciones judiciales… lo cierto es que no faltan ejemplos donde escoger.

Tampoco es envidiable la posición del jefe de prensa de una compañía B2C cuando los consumidores hacen oír sus quejas. Hay casos de abusos palmarios por parte de los fabricantes, pero también otros más sutiles, que deben dilucidarse ante los tribunales, y que no pasan desapercibidos al escrutinio del ojo público.

Un ejemplo extremo: personaje público de fama mundial, apreciado por personas de todas las edades, que presenta una demanda por defectos de fabricación contra un no menos conocido productor de una variada gama de artículos de consumo. Una verdadera pesadilla para la marca, que quedó registrada en los anales judiciales bajo el siguiente epígrafe:

Wile E. Coyote demanda a la Corporación Acme por productos defectuosos

COYOTE CONTRA ACME

En la Corte de Distrito de los Estados Unidos, Distrito del Suroeste, Tempe, Arizona

Caso No. B19293

Juez Lance Ito, Presidiendo

Wile E. Coyote, demandante -vs.- Acme Company, acusado

En su declaración inicial, el abogado Harold Schoff detallaba: “Mi cliente, residente en Arizona y estados contiguos, presenta una demanda por daños y perjuicios contra Acme Company, fabricante y distribuidor minorista de mercancías surtidas, (…) busca compensación por lesiones personales, pérdida de ingresos comerciales y sufrimiento mental causado como resultado directo de las acciones y/o negligencia grave de dicha compañía, bajo el Título 15 del Código de los Estados Unidos, Capítulo 47, sección 2072, subsección (a), relacionado con la responsabilidad del producto.

Y es que, en efecto, el taimado Schoff se tomó la molestia de enumerar las “ochenta y cinco ocasiones distintas” en que su cliente adquirió productos Acme que “le causaron lesiones corporales debido a defectos de fabricación o advertencias inadecuadas” (si bien hay quien se ha tomado la molestia de hacer el recuento de un total de 126 productos en el sugestivo catálogo de la marca).

©Rob Loukotka

Las lesiones sufridas por el Sr. Coyote” –añadía el abogado demandante- “han restringido temporalmente su capacidad de ganarse la vida en su profesión de depredador”, con la particularidad de que “trabaja por cuenta propia y, por lo tanto, no puede acceder a la baja laboral”.

El letrado no se limitó a una denuncia genérica, sino que bajó al detalle de, por ejemplo, las desgraciadas consecuencias de haber adquirido su representado un cohete Acme Rocket para perseguir a su presa, por todos conocida. A un brusco giro por parte de ésta siguió la reacción del demandante, que “intentó vigorosamente seguir esta maniobra pero no pudo, debido a una dirección mal diseñada en el Rocket Sled y un sistema de frenado defectuoso o inexistente”. Similares consecuencias siguieron a la adquisición de los patines Acme Rocket, “un producto que conectaba potentes motores a reacción (en este caso, dos) a vehículos inadecuados, con poca o ninguna disposición para la seguridad del pasajero”.

El abogado sigue con una retahíla de incidentes provocados por diferentes tipos de explosivos de la marca (“el petardo Acme Little Giant, la bomba aérea auto guiada Acme, etc.”). Y qué decir de las zapatillas Acme Spring-Powered Shoes… Sus perniciosos efectos son descritos con todo lujo de detalles en la demanda: “Aplanamiento del cráneo, desplazamiento lateral de la lengua, reducción de la longitud de las piernas y la parte superior del cuerpo, y compresión de las vértebras desde la base de la cola hasta la cabeza. La repetición de golpes a lo largo de un eje vertical produjo una serie de pliegues horizontales regulares en los tejidos corporales del Sr. Coyote, una rara y dolorosa afección que causó que el Sr. Coyote se expandiera hacia arriba y contrajera hacia abajo alternativamente mientras caminaba, y emitir un tono apagado sibilancias a modo de acordeón a cada paso”.

Pero las secuelas físicas no fueron el único argumento de este pleito: “la demandada ha utilizado su ventaja de mercado en detrimento del consumidor de productos especializados tales como polvo para picar, barriletes gigantes, trampas para tigres birmanos, yunques y bandas elásticas de doscientos pies de largo” al punto de que “el Sr. Coyote no tiene otra fuente interna de suministro a la cual recurrir”.

Como en todo litigio judicial, es necesario tasar el daño y solicitar la correspondiente compensación, por lo que “El Sr. Coyote respetuosamente solicita que la Corte considere estas implicaciones económicas más importantes y evalúe los daños punitivos por un monto de diecisiete millones de dólares. Además, el Sr. Coyote busca daños reales (comidas perdidas, gastos médicos, días perdidos de la ocupación profesional) de un millón de dólares; daños generales (sufrimiento mental, daño a la reputación) de veinte millones de dólares; y honorarios de abogados de setecientos cincuenta mil dólares”.

La hilarante demanda es obra del escritor Ian Frazier, que la publicó en la revista “New Yorker” del 26 de febrero de 1990 (disponible en su integridad en este enlace).

©Noonday Press

Pero la cosa no quedó así. La batalla por el relato, ya sea en los tribunales de justicia o en los medios de comunicación, no es nunca sencilla ni unívoca. ¡Ni siquiera en la ficción!

Stephen Menard, abogado de Filadelfia especializado en Derecho Procesal, se tomó la molestia de redactar una réplica legal a favor de Acme, bajo el seudónimo de Arthur B. Fuddle. Y se mostró confiado en demostrar que “cualquier lesión sufrida por el demandante fue causada claramente por su negligencia propia, asunción del riesgo y/o mal uso de los productos”.

A este respecto, el autoproclamado defensor afirmaba que “los productos de Acme no están destinados a causar daño intencional a nadie: el demandante ha tomado lo que se diseñó como entretenimientos, juguetes para los jóvenes y débiles mentales, y ha torcido su uso para sus propios fines”. Más aún, en ocasiones –singularmente en el incidente causado por la utilización del trineo propulsado por cohetes Acme Rocked- el letrado afirma que “Hay amplia evidencia de que el Sr. Coyote estaba violando las leyes de la gravedad y la inercia en el momento de este incidente, y por lo tanto él es responsable de sus propios problemas”.

Asimismo, el letrado de la demandada anunciaba que presentaría el testimonio del Correcaminos “la presa del demandante y la verdadera víctima de esta tragedia”, la cual “se ha visto obligado a vivir un estilo de vida nómada como resultado de la atención no deseada del Sr. Coyote, lo que le impide formar cualquier tipo de relación a largo plazo”, y que además “ha sufrido numerosos problemas psicológicos como resultado de las acciones del Sr. Coyote, que incluyen pero no se limitan a la incapacidad de confiar en cualquier persona que le proporcione semillas de aves, un ingrediente necesario en su programa nutricional diario”.

Más aún: el diseñador industrial argentino Daniel Weil se ha posicionado claramente del lado de la marca, y es autor de una serie de diseños técnicos de los productos Acme que podrían presentarse como pruebas periciales, y que demostrarían en este caso la impericia a la hora de su empleo por el depredador más inasequible al desaliento que han conocido los desérticos parajes de Arizona.

©Daniel Weil

Las últimas noticias sobre Mr. Coyote no hacen pensar que haya progresado significativamente en su reclamación. Por el contrario, el prestigio de la marca no deja de crecer: la prestigiosa revista Forbes la colocó en 2011 en el segundo lugar de las 35 empresas ficticias más grandes del mundo (con unos ingresos de casi 350.000 millones de dólares, y sólo por detrás del mega-monstruo financiero CHOAM de la novela «Dune»). Y el catálogo de productos Acme puede adquirirse en Amazon al módico precio de 9 dólares (lo cual no está nada mal para una compañía ficticia de finales de los años 40).

©Charles Carney & Scott GrassNo todo son buenas noticias para la compañía, que en 1988 registró la trágica pérdida de su (también ficticio) propietario, el magnate Marvin K. Acme (irónicamente, aplastado por una caja fuerte, incidente que da lugar a la trama de «¿Quién engañó a Roger Rabbit?«).

Llegados a este punto, y volviendo al muy poco deseable escenario de un Gabinete de Crisis, es obvio que argumentos legales de peso pueden y deben ser también bazas para el responsable de Comunicación de una compañía inmersa en este tipo de procedimientos legales. Pero no menos evidente es la sabiduría de la maldición gitana: «Pleitos tengas, y los ganes«. En otras palabras: ni aún ganando es un juicio rentable en términos de repercusión pública.

Y una posdata audiovisual, en emocionado homenaje al más cenizo de los depredadores de parte de los millones de babyboomers de todo el mundo que en realidad siempre deseamos que finalmente tuviese éxito frente al odioso y petulante pajarraco.