- El magnate inmobiliario, hoy candidato a la presidencia de los EE UU, encargó en 1993 el diseño del yate “más grande y más hermoso del mundo” a una compañía vizcaína especializada en arquitectura naval
- Jaime Oliver y su hijo Iñigo mantuvieron una estrecha relación personal con el aspirante republicano a presidente en la fase de concepción del “Trump Princess”, desde los primeros bocetos hasta que se completaron los planos
- La empresa recibió 170.000 dólares por el trabajo de diseñar un suntuoso buque de lujo de 128 metros de eslora, que finalmente Trump declinó construir en un momento de bancarrota declarada en sus negocios de hoteles y casinos
OLIVER DESIGN, una Pyme vasca especializada en diseño e ingeniería naval, fue elegida personalmente por el magnate inmobiliario y hoy candidato a la presidencia de los EE UU, Donald Trump, para diseñar el que deseaba se convirtiese en “el yate más grande y más hermoso del mundo”. La firma vasca, con sede en Getxo, recibió en el año 1993 170.000 dólares en pago por los planos de un suntuoso buque de lujo de 128 metros de eslora, que Trump declinó construir en el último momento por encontrarse inmerso en una situación de bancarrota de sus negociosa en hoteles y casinos.
La empresa vasca, que recientemente ha celebrado el 25º aniversario de su creación, era a comienzos de la década de los años 90 del siglo pasado una jovencísima y modesta compañía que tuvo el descaro de presentarse en una de las ferias navales más importantes del mundo, el Salón Náutico de Florida. Un sorprendido Jaime Oliver, fundador de OLIVER DESIGN, recibió en el stand la visita del secretario de Donald Trump, uno de los hombres más ricos del mundo, quien le comunicó que el magnate había recorrido el recinto ferial en privado y, de entre toda la oferta presente, había elegido a la firma vasca como la más apta para hacerse cargo del proyecto de su futuro yate.
El hoy candidato a la presidencia de los EE UU tenía una idea clara, como dejó escrito en una de sus cartas a Jaime Oliver: quería “not only the largest yatch in the world, but at the same time, the most beautiful” (“no solo el yate más grande del mundo sino, al mismo tiempo, el más hermoso”).Hay que tener en cuenta los “antecedentes” de Trump en materia de yates: en 1988 había adquirido al sultán de Brunei el “Kingdom 5KR”, anteriormente en manos del millonario saudí Adnan Khashoggi, lo había rebautizado como “Trump Princess”, y en 1991 lo había revendido a un príncipe saudí. La espectacularidad del navío le había hecho aparecer como cuartel general flotante del villano en la película de James Bond “Nunca digas nunca jamás”, la última con Sean Connery como 007.
Estrecha relación personal
Debido a su excelente inglés, Jaime Oliver delegó en buena parte en su hijo Iñigo – recién incorporado entonces, con 25 años de edad, y hoy director comercial de la firma- la relación directa con el magnate norteamericano. Ambos visitaron en varias ocasiones al multimillonario neoyorkino en su despacho de la Trump Tower, el imponente rascacielos que simboliza su poderío en la Gran Manzana. Pero Iñigo tuvo ocasión también de estar invitado en su mansión de Mar-a-Lago, en Palm Beach (Florida), donde compartió con Trump y su familia mesa y mantel, sesiones privadas de cine y hasta el bautizo de Tiffany, una de sus hijas.
A lo largo de varios meses, desde los primeros bocetos hasta que se completaron los planos, Donald Trump siguió con vivo interés los trabajos de diseño del que iba a convertirse en el segundo “Trump Princess”. OLIVER DESIGN recibió 170.000 dólares por el trabajo conceptual de un suntuoso buque de lujo de 128 metros de eslora, y llegó a negociar con la empresa Astilleros Españoles (hoy Navantia) como astillero encargado de la construcción del super-yate.
En los archivos de OLIVER DESIGN se conservan los planos de un navío que ciertamente hubiera sido en su tiempo “el yate más grande y más hermoso del mundo”, dotado con cuatro cubiertas, un helipuerto, suites de lujo de dos alturas, refinados salones, piscina, jacuzzis y una enorme galería decorada con palmeras, capaz de albergar todo tipo de celebraciones.
Tan sorpresivamente como llegó, el proyecto fue abandonado. Sin demasiadas explicaciones, Donald Trump comunicó a OLIVER DESIGN que el yate no sería finalmente construido, una decisión a la que probablemente no fue ajeno el delicado momento financiero por el que atravesaba el hoy candidato presidencial, en plena bancarrota de sus negocios en hoteles y casinos. Algunas fuentes han estimado que, a comienzos de 1994, la deuda corporativa de sus empresas alcanzaba los 3.500 millones de dólares, y su deuda personal sumaba alrededor de 900 millones.
Como testimonio de aquella fallida operación, los archivos de OLIVER DESIGN conservan hoy el boceto del que pudo haberse convertido en el barco privado más espectacular y sofisticado de su época, concebido para el hoy aspirante a la presidencia de los EE UU por una pequeña empresa radicada en Getxo (Bizkaia).