Del puño en alto a la rodilla en tierra

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Del puño en alto a la rodilla en tierra

El próximo 16 de octubre se cumplirán 50 años de la fecha en la que se tomó una de las imágenes más icónicas de los años 60 del siglo pasado. Quizás la fotografía más famosa de la historia olímpica: desde el podio, el medalla de oro de los 200 metros, el norteamericano Tommie Smith, y su compatriota John Carlos, que consiguió el bronce, inclinan la cabeza mientras se interpreta el himno, al tiempo que alzan sus puños enfundados en sendos guantes de cuero negro.

Tommie recuerda el incidente en este video:

Lo que se suponía que teníamos que hacer los atletas negros era correr muy rápido, volver a casa, sonreír, que nos diesen unas palmaditas y seguir relegados a una vida de segunda clase. (…) ¿Y se supone que tenía que estar allí de pié, mirando a la bandera y diciéndome a mi mismo lo orgulloso que estaba porque esa bandera me representaba? Pues no, porque no era así. (…) Así que, cuando empezó a sonar el himno nacional, no estaba mirando al suelo: estaba rezando, la oración divina. Mi cabeza se inclinó y mi puño se elevó en el aire. Llevaba guantes negros que representaban el Black Power; llevaba calcetines, para representar la pobreza; llevaba una bufanda negra al cuello que simbolizaba los linchamientos a los que se vieron sometidos los negros mientras se construía este país”.

Los medios de comunicación tuvieron mucho que ver con el momento y el modo elegido por dos afroamericanos para expresar su protesta: los de México fueron los primeros Juegos transmitidos en directo a las televisiones de todo el mundo (y en color para los privilegiados que contaban con el receptor adecuado).

En una década en la que simultáneamente afloraron la evidencia de la pobreza y discriminación de la población negra en los EE UU y los movimientos de Derechos Civiles, las reivindicaciones de igualdad y los asesinatos de sus principales líderes –Martin Luther King, Malcom X-, Smith y Carlos pagaron caro el atrevimiento de desafiar los símbolos más sagrados de la nación: fueron expulsados de los Juegos, y al regresar a casa fueron objeto de insultos y hasta de amenazas de muerte. Tuvieron que abandonar el atletismo, y encontraron refugio en el fútbol americano, un deporte que, medio siglo después, se ha visto envuelto en una polémica similar.

De nuevo, la protesta sólo se explica considerando el protagonismo del deporte en los medios de comunicación de masas. Desde agosto de 2016, numerosos deportistas profesionales norteamericanos ha expresado su rabia contra la brutalidad policial y la desigualdad racial mediante el gesto de no levantarse cuando suena Star Spangled Banner, algo habitual en los prolegómenos de cualquier evento deportivo en aquel país.

La figura más prominente en esta campaña reivindicativa ha sido probablemente el quarterback Colin Kaepernick, uno de los más brillantes jugadores en su puesto, que comenzó la protesta permaneciendo sentado, y explicó: “No voy a ponerme de pie para mostrar orgullo por la bandera de un país que oprime a la población negra y a la gente de color. Para mi, esto va más allá del fútbol, y sería egoísta por mi parte mirar para otro lado. Hay cadáveres en las calles, y gente a la que pagamos que se marcha y se libra de ser acusada de asesinato”.

Posteriormente, Kaepernick optó por la genuflexión, que explicó como una forma de mantener la protesta y a la vez mostrar respeto hacia antiguos y actuales miembros de las fuerzas armadas de su país. Todo ello en plena polémica por un rosario de incidentes en los que personas de raza negra desarmadas eran tiroteadas por agentes policiales que posteriormente salían libres de cualquier acusación. Una tragedia que se ha repetido hasta la saciedad y dio lugar al movimiento Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan).

Más allá de las palabras del entonces candidato republicano Donald Trump (“Kaepernick debería buscarse un país donde le vaya mejor”), y de que recientemente la liga profesional de fútbol americano haya adoptado una salomónica decisión para acabar con la polémica (los jugadores podrán permanecer en el vestuario durante la interpretación del himno, pero si están en el campo deberán “mostrar respeto” si no quieren que su equipo sea sancionado), lo cierto es que Kap –como cariñosamente le conocen sus seguidores- no ha vuelto a jugar desde 2016, cuando se encontraba en la cima de su carrera deportiva y sin haber cumplido los 30.

De modo que, al parecer, las cosas no han cambiado tanto en 50 años.

O quizás han cambiado a peor. Al final y al cabo, el gesto orgulloso y desafiante del puño enguantado es recordado con sendas estatuas conmemorativas en la Universidad californiana de San José State:

Y también en el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana en Washington:

La actitud más humilde y respetuosa de hincar la rodilla en tierra, en cambio…