Algoritmos, los nuevos editores

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Algoritmos, los nuevos editores

El Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo, dependiente de la Universidad de Oxford, elabora anualmente un exhaustivo informe sobre hábitos digitales en el consumo de información. Su ámbito de análisis son 19 países europeos junto a Turquía, EE UU, Canadá, Australia, Brasil, Corea del Sur y Japón.

Esta última edición del informe -referido al año 2015- contiene las ya habituales y alarmantes conclusiones: cada vez más gente utiliza para informarse los dispositivos móviles en detrimento de los medios tradicionales (y en especial de la prensa escrita), hay una fuerte reticencia a pagar por los contenidos online, y los usuarios son cada día más aficionados a utilizar aplicaciones disponibles en Internet capaz de bloquear la molesta publicidad (en sus múltiples variantes de banners, pop-ups, mensajes patrocinados, videos prologados con spots, etc.). Un cóctel que los autores del informe describen muy gráficamente como una «tormenta perfecta» para el modelo de negocio tanto de los grupos editoriales tradicionales como de nuevos operadores nacidos en la era digital.

Como todo ello incide en el ya casi sempiterno valle de lágrimas en que se ha convertido el sector de los medios de comunicación, puede que sea más interesante una curiosa consideración que incluye el estudio del Instituto Reuters en torno al papel del «editor», un concepto más bien anglosajón, que puede incluir desde la línea editorial de un periódico hasta la persona de su director, pasando por los míticos iconos del periodismo independiente y los siniestros magnates de la prensa de todos conocidos. En resumidas cuentas, el editor es quien destila no solamente la ideología más o menos explícita del medio en cuestión, sino la propia selección de las noticias, que constituye una herramienta ideológica tanto o más poderosa.

Lo interesante es que, según apunta el trabajo del Instituto británico, las redes sociales y la posibilidad personalizar las noticias están cambiando el propio concepto de selección de las mismas. Que un hecho noticioso aparezca destacado en una alerta, en una notificación o en una página de inicio agregada lo decide en ocasiones un editor, pero cada vez más a menudo queda bajo la «responsabilidad» de un algoritmo, que tiene en cuenta factores como actualidad y popularidad, lo que el usuario haya leído con anterioridad, o lo que sus amigos leen o comparten. De manera que, en un futuro no muy lejano, quizás haya que cambiar la clásica pregunta «¿Qué periódico lees?» por la algo más rebuscada pero no menos reveladora «¿Qué algoritmo usas?«.

Los resultados de las encuesta apuntan a que la gente prefiere fórmulas basadas en sus costumbres de lectura anteriores (36% del total), frente a algo menos de un tercio (30%) que optan por el criterio de editores o periodistas, y un 22% que opta por fiarse de lo que sus amigos hayan leído. Es decir, que el público toma el control -o m-as bien cree que toma el control- de sus gustos y preferencias. Hasta el punto  que los redactores del informe concluyen afirmando que muchos usuarios activos de Internet se auto-identifican como editores, con la capacidad de sopesar y comparar diferentes fuentes, líneas editoriales… y hasta algoritmos.

La otra cara de la moneda es la de quienes vislumbran el peligro de estas complejas fórmulas matemáticas, que al decidir por nosotros pueden privarnos de información relevante y de opiniones estimulantes. En otras palabras, que los algoritmos adopten la inquietante media sonrisa que exhibe Charles Foster Kane en la película de Orson Welles, o pero aún, las maneras de personajes de carne y hueso como Rupert Murdoch o Silvio Berlusconi.

En definitiva, nada nuevo bajo el sol. De manera que mi recomendación sería tomar una de las innumerables tiras antológicas de Mafalda, y sustituir, en los globos de diálogo su amiga Libertad, la palabra «diarios» por «algoritmos». Voilà !

mafalda